MOMENTOS DE SOL Y SAL
Es una mierda vivir entre susurros.
Eso pienso estirada en esta playa abarrotada de gente y
sus voces estridentes.
A las mujeres se nos obliga a pasar la vida en silencio.
El plan de vida que se nos ofrece es amor a cambio de estar calladas y sumisas.
Todo es pecado, misas, lutos y silencio. Si cumples con todo eso, un hombre te
hará su esposa y tendrás hijos, pero seguirás siendo invisible. Solo existimos
para prohibirnos cosas: no digas, no hagas, no te muevas…
Esa vida no es para mí. Este mundo no está hecho para
gente como yo.
Suerte tengo de ella.
Puedo notar el calor que desprende su cuerpo estirada en
la toalla. Solo con mover mis manos unos centímetros, podría tocar su piel.
Pero no lo hago, claro. Nunca sabes quién puede estar mirándote y juzgándote.
Del brazo sí podemos ir por la calle. Es lo bueno que tiene ser invisible, que
te crees que eres más libre… Es de locos vivir no pudiéndote fiar de nadie.
Me gusta mirarla sin que sepa que la miro: cuando habla
con las plantas del balcón de su madre mientras las riega, su tic con los ojos
cuando está concentrada en el taller de costura… En su cuerpo descubro que el mundo
puede ser amable.
A veces me pregunta qué será de nosotras y le cuento mis
sueños, pero no por engañarla o mentirle, sino para ver si así se hacen
realidad. Hay días que me es más fácil contar mi vida que vivirla.
Ahora duerme bajo el sol y yo entierro los pies en la
arena mientras cierro los ojos, para soñar despierta con este momento de sol y
de sal, para desear que venga una ola que nos lleve lejos de este miedo y nos
deje ser nosotras el resto de nuestra vida.
Heidi Pérez
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